Hoy queremos hablaros de un caso que tratamos con PNI Clínica hace tiempo y que últimamente nos ha traído alguna alegría.

En particular queremos hablaros del caso de Ana, una paciente que acudió a nuestra clínica algo desesperada, ya que llevaba más de dos años en un auténtico peregrinaje de médicos pues con 30 años cumplidos hacia dos años que sufría de amenorrea (le había desaparecido el periodo).

Es cierto que hasta ese momento, no le había preocupado realmente, ya que las pruebas médicas indicaban que todo estaba “bien”, ni ovarios poliquísticos ni desequilibrios hormonales (todo dentro de límites normales) aunque si es cierto que se había sometido a tratamientos hormonales muy agresivos y no había logrado nada, lo que su ginecóloga justificaba atribuyendo al estrés la causa de su amenorrea, aunque a Ana tal justificación nunca llegó a cuadrarle.

Aunque Ana nos comentaba que nunca se había planteado ser madre, su alarma se encendió cuando un día en la consulta de su ginecóloga esta le dijo…“bueno Ana, pues te hemos mirado y remirado y no tienes nada… si alguna vez decides ser madre, coméntamelo para ponerte en manos de una buena clínica de fertilidad”… entonces Ana, como ella misma nos comentaba, comenzó a preguntarse ¿Dónde estaban sus hormonas?,  ¿ que está pasando con ellas?

hormonas

Ella llevaba una vida muy “saludable”, sin fritos, ausente de grasas y desde hace algunos años también había eliminado la carne de su dieta. Por otro lado a diario realizaba casi dos horas de ejercicio, fundamentalmente aeróbico. Ambos factores se los había comentado en múltiples ocasiones a su ginecóloga, pero al no tratarse de un trastorno alimenticio como pudiera ser la anorexia, ni ser ella una deportista de élite según su doctora no existía relación con su amenorrea.

Al margen de la opinión de su ginecóloga, Ana seguía dándole vueltas a la posible conexión entre su “vida tan saludable” y su ausencia de regla, y eso fue lo que la hizo llegar a nosotros buscando el origen de su problema.

Cuando llegó a nuestro centro y nos comentó su problema, lo primero que hicimos fue desgranar sus hábitos de vida, hacer un dietario con su alimentación diaria, y observamos que su “sana” alimentación carecía totalmente de las grasas y proteínas necesarias para, entre otras cosas, estimular su sistema hormonal. Le explicamos que las hormonas sexuales se sintetizan a partir de moléculas de grasa (buena), por lo que era necesario incrementar su ingesta, algo muy parecido a lo que ocurría con las proteínas.

Le hicimos ver que la alta intensidad del ejercicio que realizaba agotaba sus reservas de energía y de materias primas para la elaboración de procesos metabólicos.

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Así que había que corregir otro hábito de vida importante, el sueño. Había que dormir no solo la cantidad de horas necesarias si no con una calidad adecuada del sueño.

En conclusión, Ana tenía una carencia de energía subclínica. Y ante falta de energía y nutrientes necesarios, su cuerpo atendía a una jerarquía de prioridades, bajo una sencilla premisa.: primero está la supervivencia, es decir encargarse de las funciones vitales para la vida y en segundo lugar está la reproducción. Algo que podemos considerar como un lujo para el cuerpo de Ana.

Entonces, la solución parecía fácil . Si bien, pasaba por cambiar/modificar sus hábitos de vida y esto no siempre lo es. Por ello, un primer paso para llegar a la solución fue implicarla en absolutamente todas las decisiones. Empezamos elaborando con ella, una dieta que se adecuada a su vida y que pudiera seguir fácilmente, además planificamos juntos su ejercicio, e introducimos tiempos de recuperación (ausentes hasta ese momento), y para finalizar le recomendamos suplementar su dieta fundamentalmente con ácidos grasos Omega, aminoácidos y fitoterapia.

Posteriormente hicimos revisiones periódicas en las que nos comentaba sus sensaciones, miedos y fuimos introduciendo algunos cambios. Y pasados dos meses nos sorprendió una llamada de Ana, en la que nos comentaba que tenía el periodo, estaba loca de alegría, nosotros le pedimos un poco de calma, ya que podría todavía no estar recuperada del todo. Sin embargo, sí que ocurrió y todo volvió a ser lo de antes, con sus reglas regulares cada 28 días, así que pasados 6 meses de ese momento, ya no tuvimos contacto con ella, por lo que supusimos que todo estaba bien.

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El motivo de este post, es que ahora hace aproximadamente 3 años de la primera visita de Ana al centro, y cuál no sería nuestra sorpresa cuando esta mañana   alguien ha llamado a la puerta de la clínica, era Ana, y no venía sola, la acompañaba Laura, su hija de un año, y quería presentárnosla.

Lógicamente este no ha sido un éxito solo nuestro sino también de Ana, por su implicación en el tratamiento… y esto es lo bueno de la PNI, que no se queda en unos análisis hormonales con resultados dentro de los limites “normales” si no que va mas allá, trabajando a nivel global, buscando el origen de las enfermedades/disfunciones en el conjunto “global” del paciente, envolviendo en ello, entre otros, sus costumbres, hábitos y tipo de vida.

 Nuestra conclusión fue que , es en primer lugar,  muchas veces tenemos que ir mas allá de lo evidente para encontrar realmente el origen de nuestros problemas de salud, y en segundo lugar, que tenemos que dar a nuestro cuerpo una «gasolina» con la calidad adecuada para realizar bien todas sus funciones…. si esto no ocurre…. es que «algo pasa». Como veis la solución fue muy facil… lo dificil realmente era saber qué estaba pasando.

Entusiasmados con esta entrada en el blog! esperamos que os guste leernos!